miércoles, 9 de julio de 2014

¿Animacomic Málaga?



Creo que va siendo hora de explicarlo. Esto va a ser un desahogo -otra vez- más que nada, y a la par una explicación sobre lo que me ocurrió el pasado sábado en el Animacomic. ¿Fui? Sí "Pero no te vi", ya, porque a la una y media estaba volviendo para Sevilla, para mi casa. ¿Por qué? Bueno, de eso va la publicación esta.

Así en resumen.
Un año atrás en plenos exámenes finales me desmayé en el autobús de vuelta a casa. Me pilló completamente sola, y vino a cuento de nada; había comido bien, no hacía más calor que otros días… Un día como otro cualquiera en el que llegaría a casa y me pondría a estudiar, pero no. Me llevaron al hospital y dijeron que fue una bajada de tensión, de azúcar, blablabla. Me comí un bocadillo y tiré para casa. Quitando el terrible susto y la horrible sensación previa al desmayo -como un mareo o dolor de cabeza horrible, no sabría describirlo-, no fue para tanto. No pude estudiar todo lo que quise para un examen tres días después, pero bueno. Un mes después de eso, con un par de amigos, estaba la mar de tranquila, sentada, hablando con ellos y me mareé. Me dio un, lo que pareció, ataque de ansiedad ahí mismo, asustada porque creía que me iba a desmayar de nuevo, pero no fue así. Esto se estuvo repitiendo una o dos veces al mes hasta más o menos octubre-noviembre, cuando me daban todos los días, en clase, en el autobús, en mi casa, en la calle, en la academia de inglés… donde fuese, y donde fuese que me pillase ¿qué hacía yo? Ponerme de los nervios, temiendo que me pasase lo que tanto temía. Si me pasaba en clase, me iba a casa, si me pasaba en el autobús, me bajaba y cogía otro, si me pasaba en la calle me sentaba en el suelo… Una auténtica pesadilla.
Empecé a notar que esos mareos se producían cuando movía la cabeza hacia los lados o hacia arriba y hacia abajo, así que pensé que sería cosa del cuello todo ese tema. Fui al médico, me hice unas radiografías y me dijeron que era tema de cervicales, que hiciera una serie de ejercicios para el cuello y que listo, adiós mareos. Y así fue, al menos desde diciembre hasta marzo, cuando volvieron a darme esos desagradables mareos, seguidos de esos angustiosos ataque de ansiedad. Ese cuatrimestre había decidido ponerme las pilas, ya que como al marearme en el anterior me iba de clase había perdido el hilo de un par de asignaturas , las cuales había suspendido. Empecé a ir a la biblioteca día sí día no para evitar catear nada más (nunca he sido una chica de suspender, tampoco de sobresaliente, ya me entendéis). Pero los mareos empezaron a aparecer varias veces al día, los ataques de ansiedad me daban en plena clase y tenía que aguantarme ahí, me daba mucha vergüenza salir al pasillo de repente en ese estado. No me concentraba, iba a clase con miedo, volvía en bus a casa con más miedo aún, y cuando salía al centro con mis amigos los fines de semana lo mismo. Cada viaje en autobús era una odisea para mí. Llegó un punto en el que simplemente salir a la calle me daba pánico.
Cuando se acercaron los exámenes finales, estos últimos, me vi con una cantidad de clases perdidas y apuntes que me faltaban ingente. No había forma humana de aprobar ninguna asignatura, o bien por el enorme temario, o por no asistir a las clases o por dificultad (como nota, estudio Filosofía). Todo era horrible, por las mañanas me despertaba agotada, con el cuerpo cortado si poder comer nada -pero con hambre-, sin poder dormir -pero con sueño-, pasaba los días en casa amargada, sabiendo que todo lo que leía o estudiaba iba a ser en vano, y que cuando llegara el fin de semana no iba a poder salir, porque no era capaz de coger un autobús. Para colmo me iba a pasar el verano estudiando como 8 asignaturas y no iba a poder aprovechas esos meses para lo que realmente quiero (que es básicamente la razón por la que no quiero que nunca me quede nada: comenzar finalmente cierto cómic).
Volvieron a llevarme al médico, empecé a tomar pastillas para relajarme, para dormir por la noche. Me llevaron al psicólogo y ésta más que ayudarme me agobió más. Me dijo que tenía un trastorno de pánico y agorafobia, que fuese poco a poco enfrentándome a todo aquello y pocas cosas más que ni recuerdo. Me recomendó para quitarme de los mareos y los ataques de ansiedad ir a hacer deporte, yoga, salir, y yo le dije: "No puedo, tengo exámenes, trabajos, y no voy a aprobar si hago todo eso (en realidad tampoco iba a aprobar ni aunque dedicase las 24h a ello, pero bueno)" ¿La repuesta de la psicóloga? "Ah, no pasa nada, entonces estudia y ya harás los ejercicios". ¿Cómo voy a estudiar con esta angustia encima? Era un círculo vicioso del que no sabía cómo salir.
¿Qué pasó entonces? Renuncié a los exámenes. No me quedaba otra. Me costó la misma vida confesárselo a mis padres, porque es un dinero perdido -por una razón superior y ajena a mí-, porque los estaría decepcionando, porque lo verían como que estaba tirando la toalla. Me costó tres semanas decirlo. En fin. El tiempo que estuve de exámenes empecé a salir poco a poco, pero prácticamente nada. Me quedaba en casa relajada, preparando las cosas del cómic que, digo, estoy preparando (aunque según otros que yo me sé, sólo hacía la vaga. En fin, me voy a callar).
Volví a hacer aquellos ejercicios y empecé a estar mejor. Los mareos desaparecieron por una semana, ¡alegría! Pero qué poco me iba a durar. Allá por el jueves 19 de junio volvieron, y ese sábado tenía un examen importante para sacarme el B1 de inglés. Llegó el sábado y desperté fatal, de nuevo (como los anteriores jueves y viernes) con el cuerpo cortado, sin apetito, sin haber dormido nada porque aquella noche no hacía más que repetirme lo mal que iba a encontrarme por la mañana (y al final tuve razón). No me presenté al examen. Ese sábado fue un caos, tanto que, francamente, prefiero ni contarlo, porque pasé una mañana verdaderamente horrible. Si tuviese que señalar el peor día de este año sin duda elegiría ese.
Tras eso seguí en un hilo de falsa tranquilidad. Pasaron unas semanas y mi madre me recomendó ir a otro psicólogo que no fuera el de la seguridad social. Me preguntó si conocía a alguno y así era, era la madre de una muy buena amiga, así que la idea me encantó. Actualmente voy una vez por semana, ayer tuve mi 3ª o 4ª sesión, no recuerdo.

Y llegamos al sábado pasado. Al Animacomic de Málaga.
Dormí… ¿4 horas? ¿3? Amargada, pensando en "y si despierto mal y no puedo ir". Al final me desperté bien, a las 6:30 de la mañana pero bien. Fue ya cuando me dirigía hacia el autobús en el que mis amigos y yo íbamos a ir a Málaga cuando empecé a agobiarme. Entre el calor que me daba el cosplay ( el de Hades de Kamiaso), el flequillo que me tapaba un ojo, de manera que no veía, el otro ojo en el cual llevaba lentilla, la cual me molestaba, y la idea de que iba a hacer un viaje en AUTOBÚS de DOS HORAS Y MEDIA me iba a tirar al suelo en cualquier momento a rodar hasta casa y no salir de mi cuarto. Cuando apenas nos subimos al autobús estaba nerviosísima, ya cuando me puse música, charlé y miré el paisaje montañoso me tranquilicé.
Y entonces llegamos al salón. "Ostras, pues tanto calor no hace", dijimos. MIS COJONES. Dentro ya del recinto no podía estar con la chaqueta puesta, y en la zona de tiendas con toda la gente y el calor ya ni os cuento. Me fui a un lugar apartado y fresquito y me tomé algunas fotos. No por nada salgo sentada en ellas: no podía levantarme. Me sentía débil, pesaba, no podía levantarme. Me empezaba a marear el calor, el agobio del cosplay, la gente, los gritos. Era como si todos mis sentidos estuviesen alerta a cualquier tontería, llegándome muchísima información, como en forma de tsunami. Me dio, me dio fuerte. Quise salir a tomar el aire, pero fuera hacía más calor. Me senté donde pude y llamé a mi madre a explicarle la situación. Tenía tres opciones: o me aguantaba ahí hasta las ocho (apenas era la una y media, y no iba a pode) o esperaba a que mi padre saliese del trabajo a las 4, llegando estos a Málaga a las 6 (lo cual ni a ellos les convenía ni a mí me servía, porque tampoco iba a aguantar ahí seis horas) o lo que finalmente hice: coger un tren de vuelta a casa. El tren era en media hora, así que corrimos, literalmente, a por un bus hasta la estación María Zambrano que casi perdemos, y por dos minutos casi no cogemos el tren. Ya allí me deshice de parte del cosplay y me relajé por completo.

¿Fue la decisión más acertada? No lo sé. ¿Me arrepiento de haberme ido? No, la sensación que tenía era espantosa, y aunque deseaba lo que no estaba en los escritos ir a un salón con ese cosplay y tener un día alegre después de tanta mierda durante tanto tiempo, preferí joderme el viaje de la forma menos horrible posible, y era volviendo a Sevilla.
Me alegra al menos que la hora y poco que estuve me recibieron estupendamente, me alegra que varias personas me reconocieron de Hades y me pidieron foto, y sobre todo me alegra que cuando necesité ayuda mis amigos estuvieron ahí para todo.

Y esa es la razón por la que me fui del Animacomic de Málaga, y al mismo tiempo mi desahogo por todo eso. No sé cuándo voy a salir de esta, cuándo voy a empezar a estudiar para Septiembre ni cuándo voy a empezar el cómic. Voy muy poco a poco, básicamente porque no doy para más.
Gracias a todo el que haya leído, aunque no sea todo (porque es realmente largo) por las molestias.

pd_ cabe la posibilidad de que haya faltas de ortografía o fallos en la redacción, he escrito esto un poco en express.