Su desarrollo puede estar influido por depresión o estrés |
Recuerdo ir al Virgen del Rocío.
La sala de espera -o eso
era lo que me parecía- estaba llena de niños de más o menos mi edad. Estaba
bien decorada, un tanto barroca con tanto dibujo y garabato de niños que iban y
venían. Era lo suficientemente pequeña como para no saber por qué estaba allí. Sólo
recuerdo esa sala y otra habitación con una mesa como de profesor y dos sillas.
Mi madre estaba sentada a mi derecha, y una chica joven me hacía preguntas que
para mí allá entonces me parecían comprometidas. ¿Cómo sabía esta mujer lo que
yo me hacía en las pestañas y cejas? ¿Tanto se me notaba? ¡Y yo que intentaba
disimularlo por todos los medios...! Me preguntaba qué hacía con las pestañas
que me arrancaba. Yo le dije que sólo las tiraba, pero lo cierto es que me
gustaba dejarlas colocadas en una superficie cualquiera, y mirarlas, como si
fueran una colección de la que me aburriría a los pocos minutos. Dudo que se lo
haya creído. Esa chica parecía lista.
Recuerdo haber ido más de una vez, pero no recuerdo qué me
preguntaba. Mi madre hablaba mucho con ella, pero yo estaba a mi bola, mirando
la sala. Sentía que aquello no venía conmigo.
La edad clave del padecimiento es entre los 9 y 13 años |
Años más adelante, yo seguía con mi terrible y, en cierto
modo, gratificante manía. Parecía una enferma, no tenía prácticamente pestañas,
las cejas sí las conservaba más. Era el cumpleaños de un amigo y se celebraba
en el Indiana Bill, un "parque de atracciones" para niños con estructuras
altas y coloridas, con túneles, toboganes, pelotas de plástico y todas esas
cosas que tanto nos gustan a los niños. Desde la mesa donde estaban "los
mayores", vi que muchos niños empezaron a hacer cola; había una chica y un
chico pintando las caras a los niños. Me hizo muchísima ilusión y fui corriendo
a que me pintaran. Tenía el antojo de que lo que me hicieran fuera pintarme
como una de esas princesas Disney con las que estaba creciendo y a las que
tanto admiraba. Quedarían 7 niños en la cola cuando vi una chica a la que
habían pintado de princesa; le habían dibujado una corona amarilla en la
frente, mejillas sonrosadas, labios rojos y sombra de ojos celeste. "¡¿Sombra
de ojos celeste?! Espera, espera... ¿¡Que me van a pintar en los ojos?! ¡No!
¡No quiero que esos chicos vean mis feos ojos sin pestañas!". Salí
corriendo como corre un pavo gordo en Navidad, con los ojos brillosos y
decepcionada.
Esa anécdota nunca se me va a quitar de la cabeza. La
vergüenza que sentí fue terrible, y ahora mismo, mientras escribo esto, se me
mojan los ojos sólo de pensar en el mal rato que pasé cuando vi que la gente
iba a mirarme mal por mis pestañas.
Un día, ya más mayor -estaría en 1º o 2º de Primaria- mi
madre me dio un papel y un bolígrafo. Nos íbamos a mudar del piso donde
vivíamos a una casa a 45 minutos de allí andando, mi actual casa. Me pidió que
en ese papel invitara a Rosa, mi profesora de 1º y 2º de Primaria a venir a
nuestra nueva casa cuando quisiera. Mi madre y yo siempre hemos tenido gran
confianza y buenas amistades con todos mis profesores de Primaria y Secundaria.
En el A5 escribí lo que me pedía con la mejor letra que pude, y mi madre,
cuando acabé, me pidió que también le hiciera una promesa a Rosa: quería que
nunca más me volviera a arrancar las pestañas y cejas. No recuerdo bien mi
reacción, pero, confiada, lo prometí. No iba a arrancarme nunca más las cejas y
pestañas.
Y así fue como la tricotilomanía se convirtió en algo tan
prohibido para mí como para sentir la necesidad de romper la promesa y
arrancármelos en secreto. Intentaba controlarme lo justo como para que no se
notara, pero mi madre se daba cuenta, lo sé. De vez en cuando me decía
"¿Te has estado arrancando las pestañas?" Y yo, avergonzada, mentía
negándolo. Todo esto hasta los 13 años, quizás.
No he tenido más recuerdos con respecto a la tricotilomanía hasta hace unos 3 años, no estoy muy segura. Este año he sido completamente
consciente de mi trastorno, de cómo se llama, de que hay más gente como yo y de
por qué se produce. Leí que el amontonarlos y tenerlos como un tesoro
momentáneo es parte del trastorno, además de que es producida por el estrés;
arrancarme el pelo de las cejas y pestañas es un mi terrible anti-estrés. En
épocas de exámenes finales, de semanas antes de un salón manga importante o
casos similares, la presión me puede lo suficiente como para dejarme llevar por
esto. Para colmo, es casi un trastorno inconsciente. La mayoría de las veces no
me doy cuenta de que estoy arrancándome las cejas o pestañas hasta que ya es
demasiado tarde. Es como un estado de trance.
Hipótesis señalan que la tricotilomanía podría ser un trastorno obsesivo-compulsivo |
El más reciente "arranque" compulsivo de mis pestañas ha sido el
miércoles pasado. Dentro de pocas semanas The Blest Slumbergod actuamos en el Mangafest
de Sevilla y aún queda mucho por hacer. Hablando esto por video-llamada con uno
de los participantes, comencé a estresarme y cuando me di cuenta ya era
demasiado tarde. ¡Y yo que pretendía aguantar al menos este mes para que el
cosplay se viese bien! Y cuando digo "bien" digo "con
pestañas".
Y bueno, esta ha sido mi breve historia de lo poco que recuerdo
sobre este común trastorno obsesivo-compulsivo. Me gustaría saber si alguien
más de los que lean esto le pasa esto, desde cuándo y si actualmente sigue con
ello.